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La belleza es un concepto imprescindible de la humanidad que ha originado la creación de obras de arte sublimes. Luego, cada tribu, pueblo, etnia o nación ha ido moldeando, con la historia, su formato para adaptarlo a la apariencia más acorde con el grupo.

            Pero lo mismo que ha habido chamanes, oráculos, sacerdotes y demás intermediarios entre los hombres y la divinidad, la historia de los pueblos recoge la existencia de gentes especiales, tocados por el don de la creatividad, cuya misión en la vida consiste en fabricar belleza. Estamos hablando de los artistas, María Mimat, por ejemplo.

            Sin renunciar a las enseñanzas telúricas de su “tribu”, su pueblo, Villaralto, de orígenes tan sabios como el cordobés-romano Séneca, María Mimat no ha descansado hasta encontrar su futuro y su destino: el arte de los tocados.

            Adornos en la nariz, colores de guerra, collares de mil divinidades, gargantillas para cuellos siempre alerta han utilizado desde sus orígenes las distintas civilizaciones para hacer visible su concepto de belleza, cuya finalidad era provocar la admiración.

            El adorno del  cuerpo humano es, como la belleza, un concepto clavado en el subconsciente de la sociedad. El adorno es, incluso, antes que el vestido, del que sí han prescindido tribus selváticas, aunque no de adornarse los labios o la nariz con huesos, los primeros piercing de la historia, o cubrirse el cuello y los brazos de abalorios .

            En su aprendizaje de fabricar belleza María Mimat ha vuelto la mirada a su pueblo y en él ha encontrado una memoria de agujas, tijeras y cuero, los elementos con los que creció su niñez de juegos y caminatas por campos y andurriales al aire libre, sin tener conciencia entonces de que el destino se labra en la infancia.

            Ahora, cuando la vida le reclama protagonismo en el campo de la creatividad y la estética, ha trazado una senda en la que ha sabido coser los oficios materno y paterno con la instrucción y el aprendizaje que la vida le ha proporcionado.

            El resultado es, por ahora, el de unos tocados de ensueño en los que María Mimat ha resumido un concepto imprescindible e innegociable de la humanidad: la belleza.

 

Manuel Fernández

 

 

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